sábado, 18 de octubre de 2008

Me enseñaste a querer

Hoy mi insatisfacción por tener que leer un libro de 594 paginas lo antes posible (que pues si como todo libro tiene lo suyo pero la verdad tengo entre mis prioridades otros libros); no poder ir a mi practica de campo destinada para esta semana por una mala jugada del destino y para colmo no poder ver a los Flaming Lips, fue opacada por el gusto de haber asistido a esta obra del director y dramaturgo Adam Guevara, es entrada libre y se presenta en el CENART.

No es solo un deleite para el oído porque tiene una excelente elección musical, también nos hace reír a cada rato, nos hace pensar y talvez también de repente se corta un poco el aliento porque es capaz de dibujarnos exactamente como somos.
Habla sobre la importancia de no olvidar el movimiento estudiantil de 1968, de que esas demandas no se han cumplido, que aún los culpables no han sido castigados, que la represión va en aumento y que con el paso del tiempo parece que la población ha olvidado que esa matanza sucedió; que muchos de los que participaron se convirtieron en políticos corruptos, o al sentirse impotentes se dejaron enterrar en las drogas, otros, intelectuales, con todo y sus conocimientos se quedan en sus libros y que en la vida practica son solo observadores; algunos viven anónimos ante el miedo a la represión y muchos siguen en lucha y a pesar de todo expresan sus ideas.
Hay dos personajes importantes, el miedo y los recuerdos; se tiene miedo hasta de recordar, “ojala pudiéramos colgar el recuerdo de la muerte como si fuera un vestido viejo”. La gente sabe perfectamente lo que sucedió pero resulta tan terrible que prefieren creer que eso no paso; aceptar la versión del gobierno, la de los medios que dicen que no paso nada, que todo fue para el bien de México, que no hay represión, que debemos seguir divirtiéndonos con las novelas y quedarnos como zombis que parece que vivimos pero en realidad no, porque la verdad es otra; nos dejamos llevar por la apatía y por las comodidades, la verdad es muy dura porque implica responsabilidad por eso es mucho más fácil vivir en mentiras, lo más conveniente es siempre estar de lado del poderoso, “es como en un puesto de quesadillas, a veces hay de papa, a veces de frijol, o de chicharrón, hoy si te vendo, mañana no, según las reglas del vendedor” así sucede con nuestro gobierno que es el que decide como serán las cosas, y pobre del que se ponga en contra porque sencillamente desaparece. Como siempre es un enfrentamiento entre el miedo y el valor, entre la pasividad y la acción, entre el poder y la razón.
Hay cosas que no se pueden y que no se deben olvidar, que lejos de hacernos daño nos deben hacer más fuertes. En la obra no solo se habla del movimiento del 68 y de todo lo que sucedió después, la devaluación y las continuas represiones, la permanencia del mal gobierno, de la pobreza y las injusticias; también resalta el sismo de 85 en el que se vio la participación de la gente, de todos las clases sociales; se probó que México es capaza de movilizarse y salir adelante cuando tiene una causa común, razonable y justa y que se organiza y triunfa; así es, eso tampoco lo podemos olvidar, las cosas no pueden seguir igual.
La obra es una zangoloteo fuerte que nos pone enfrente de nosotros mismo, ¿qué es lo que hemos hecho?, ¿qué vamos hacer?, ¿estamos de acuerdo con lo que vivimos?, ahora depende de nosotros.