viernes, 11 de diciembre de 2009

La cueva del deseo

"¡Ah, señora del húmedo destello! Un potro soberbio se torna el Deseo. Espada de mil espejos es el ansia de mis ganas por el vuestro cuerpo, y en vano desgarra su doble filo los mil jadeos que en el viento marcha. ¡Una gracia, largo desvelo! ¡Una gracia os pido, señora, malogrado reposo de mi gris estancia! Dejadme llegar a vuestro cuello. Dejad que a vuestro oído trepe mi torpe ansia. Dejad que mi gana os diga quedo, muy quedo, lo que mi pecho calla. ¡No miréis, señora tan no mía, la pobre facha que Adorna mi cara! Dejad que vuestros oídos mirada se hagan, ceded los ojos para mirar los susurros que camina en mi vientre, anhelo del vientre vuestro. Sí, entrarme quiero. Caminaros con suspiros la ruta que manos y labios y sexo desean. Por entre la boca, húmeda Ella Y Yo sediento, entrarme con un beso. En la doble Colina del pecho vuestro arrastrar labios y dedos, despertar el racimo de gemidos que en el se esconden. Marchar al sur y haceros prisionera la cintura con tibio abrazo, quemado ya la piel del vientre, brillante sol que anuncia la noche que más abajo nace. Esquivar, diligente y hábil, la tijera sobre la que vuestra gracia anda y cuyo vértice promete y niega. Regalaros un temblor de frío calor y llegarme, todo entero, al húmedo agitarse del deseo. Afianzar la tibieza de mis palmas en la tibieza doble de carne y movimiento. Un pausado paso primero, un ligero trote luego. Después el desbocado cabalgar de cuerpos y deseo. Al cielo llegar, y derrumbarse luego. ¡Una gracia, cansancio prometido! ¡Una gracia os pido, señora del suspiro quedo! ¡Dejadme llegar a vuestro cuello! En él me salvo, lejos muero. .. "
Don Durito de La Lacandona, Subcomandante Marcos